miércoles, 15 de diciembre de 2010

Lilly Reich, una arquitecta de la Bauhaus






Lilly Reich nació en Berlín, y comenzó su carrera profesional como diseñadora de moda, experiencia que le sirvió para conocer texturas y materiales y aplicarlos –más adelante- en el diseño de arquitectura, mobiliario y decoración de interiores. Como arquitecta fue autodidacta, como muchas mujeres de su época.

En 1908 trabajó en Viena, en el estudio del arquitecto secesionista Josef Hoffmann, donde diseñó varias sillas, como la Kubus, la Cabinet, la Koller o la Broncia. En 1914 abrió su propio estudio obteniendo rápidamente una magnífica reputación profesional hasta convertirse en la primera mujer directora de la Deutsche Werkbund, planificando muchas de las exposiciones que presentaron al público los ideales modernos del momento.

Durante esta época, conoció a Mies Van der Rohe y muy pronto se trasladó a Berlín con él, convirtiéndose en su compañera personal y profesional durante 13 años. Colaboró con Mies en el diseño del Pabellón de Barcelona y de la Casa Tugendhat, a partir de las cuales surgieron los diseños de las sillas Barcelona y Brno.

Durante el tiempo en el que Mies dirigió la Bauhaus, Lilly Reich participó como profesora de interiorismo, decoración, perspectiva y geometría descriptiva, hasta finales de 1930. Tanto Alfred Arndt como ella daban mucha importancia al diseño de muebles estandarizados, a precios asequibles y a veces desmontables. Sus talleres fueron cerrados poco más tarde por los nazis por sus "indiscutibles señas de desviación respecto a la cultura patriótica".

Como arquitecta de interiores creó algunos de los espacios más bellos y de mayor calidad de la historia de la arquitectura del siglo XX.

En 1938, antes de la Segunda Guerra Mundial, Mies emigró a los Estados Unidos donde construye rascacielos. Sin embargo, Reich permaneció en Alemania hasta su fallecimiento en 1947.


lunes, 6 de diciembre de 2010

MARGARET Y FRANCES MCDONALD



Las hermanas Margaret y Frances Macdonald trabajaron en Escocia junto con Charles Rennie Mackintosh y su amigo Herbert MacNair a principios del S.XX, formando el grupo de los “Cuatro”, que trabajó desde 1900 a 1928 y estableció los primeros impulsos para el renacimiento del diseño y de la arquitectura en todo el mundo. Los cuatro realizaban composiciones gráficas y proyectos de interiorismo y de arquitectura, combinando las líneas curvas de la espiritualidad, con la pureza de la abstracción, utilizando la naturaleza como fuente de inspiración.


Muy pocos saben que fue Margaret quien, entre otros muchos diseños, dibujó las rosas que incorporaron posteriormente en muebles, vidrieras, verjas y otros detalles. Su delicada sensibilidad se hace presente en las estancias interiores de sus edificios, atribuidos -hasta hace bien poco- exclusivamente a su compañero. En sus proyectos más conocidos como son la Casa de la Colina, la Escuela de Artes o la Casa de Te, (todas en Glasgow) diseñaron juntos hasta el último detalle del mobiliario: lámparas, mesas, camas, etc y en el salón de te, incluso las mantelerías, los menús y los uniformes de los camareros.

Trataban las habitaciones de sus edificios como si fueran en sí mismas proyectos completos: así las sillas se acomodaban a la proporción de las ventanas, relacionándose con las chimeneas, con los armarios o con las camas. Margaret se encargaba, además del diseño general, del estampado de las tapicerías, que armonizaban con los tiradores o con los cajones, con los colores de las vidrieras o con la forma de las lámparas. Una concepción INTEGRAL en el diseño de la arquitectura capaz de proporcionar a sus moradores un equilibrio vital, una sensación de armonía, de serenidad... de paz interior


Es importante valorar el trabajo de Margaret y Frances MacDonald dentro del contexto conservador de la Inglaterra de finales del XIX, en el que Ruskin, uno de los pensadores y críticos de arte más reconocido del momento, escribe: “La educación no debe ir encaminada al desarrollo de la mujer, sino a la renuncia a sí misma. Mientras que el hombre debe esforzarse por profundizar sus conocimientos en todos los campos de lo cognoscible, la mujer ha de limitarse a adquirir unas nociones generales de literatura, arte, música o naturaleza. [...] El hombre es sobre todo un crea­dor, un defensor. Su intelecto le predestina para la especulación y la invención; su energía, para la aventura, la guerra y la conquista. Las tendencias de la mujer se desarrollan, en cambio, en el mantenimiento del orden, no en la batalla; su lugar está en la casa, donde ella es la reina."